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Lorna Remmele

Hoy día estaremos entrevistando a Lorna Remmele. Recomendamos visitar su página web que es https://lornaremmele.wixsite.com/foto y sus cuentas la @lamagiademorir y @corazondegata en Instagram

CF: Estamos con Lorna Remmele. Lorna es artista visual, fotógrafa, activista y la invitamos a Campo de Fuerza porque nos gusta mucho su trabajo. Carla y yo estudiamos con ella, y así nos conocimos. Gracias por estar acá.

CF: Primero queríamos preguntarte por cómo te interesaste en hacer arte y por tu experiencia en la Academia.

L: Desde chica siempre se me daba de forma espontánea el arte. En mi familia no hay gente que se haya dedicado a eso, pero siempre me levantaba muy temprano a dibujar. Dibujaba mucho y se me daba solo. Después como a los 17 me empecé a meter en la fotografía, pero sin intención de hacer fotos. Si encontraba una cámara compacta familiar, la tomaba y sacaba fotos familiares, a los objetos que encontraba, siempre desde lo intuitivo, y después con el tiempo me empezó a dar vuelta la idea de que quería estudiar foto. Al final terminé estudiando arte, que es una decisión que valoro, independiente de que quizás no me haya sentido a gusto con la universidad, con el espacio universitario, pero siento que me dio al menos una noción de lo que no quiero y también una mirada más amplia que si me hubiese dedicado solamente al oficio de la fotografía. Tal vez me sirvió para darme un bagaje más crítico y en ese sentido lo valoro.

Jazmín Ra y Darío, aparecen en la foto IG@jazminra_diogenia y Darío
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CF: ¿En qué sentido no te sentías a gusto en la universidad?

L: Cuando estaba allí no me sentía a gusto, pero con el tiempo fui entendiendo bien el porqué. Siento que las instituciones son súper castradoras. No creo que estudiar arte te haga ser artista. Siento que toda mi formación ha estado más bien afuera. Para mí la institución ha estado muy muerta. Sí creo que son espacios necesarios, quizás para la producción de ciertas formas de pensamiento, pero ahí no está mi pasión por crear. En la institución siempre hay que estar obedeciendo a pies forzados. Es el espacio de la delimitación de lo que está permitido y lo que no. Nunca va a ser un espacio que permita visiones más rupturistas o más críticas. La academia también depende de conservar ciertas visiones. Siento que saliendo de la universidad me pude embarcar en las cosas que más me interesaban y también pude encontrarlas. Afuera, en el hacer, en el relacionarme con gente, en conocer nuevos espacios, nuevas prácticas.

​CF: ¿Cómo te fuiste metiendo en fotografiar performance?

L: Conocí gente que estaba vinculada a la performance, que no estaba en la misma escuela que yo. Siempre me terminaba relacionando con gente que estaba en otras escuelas o en otros espacios. Entré un poco sin saber, porque traía esto de que en mi familia no hubo nadie con formación en artes visuales.

 

CF: Pero, creo que casi todos entran así, ¿no?

L: Sí, pero en la escuela de arte había gente que decía “en el colegio aprendí performance e instalación” y yo ni siquiera sabía lo que era un grabado.

CF: ¿En algún momento te dedicaste a hacer performance, o siempre sólo registro?

L: Una vez intenté hacer una performance porque me invitaron, pero nunca me sentí cómoda. Me gusta estar detrás de cámara, no mostrarme. No es lo mío. Pero bueno, entré así sin cachar nada. Era todo muy nuevo para mí. Me seducía mucho el trabajo con el cuerpo, que hubiese gente haciendo cosas fuera de la universidad, fuera de las galerías, porque los primeros acercamientos que tuve eran justo con gente que estaba vinculada más a una perfomance política, incluso aunque fueran personas sin un discurso político dentro de la convención que se entiende por ello. Era gente que activaba en espacio calle, sitios eriazos, lugares así. Entonces, siento que eso fue nutriéndome mucho y ahí me empecé a meter haciendo foto, fui conociendo gente y haciendo lazos con personas con las que trabajo.

CF: Sí, yo siento que aparte la escuela en la que nosotras estudiamos (UC) es súper particular. También en eso hay más normas, más allá de la institución… También quería preguntarte sobre AUT (Activación Autónoma Temporal).

L: Eso fue un encuentro de performance que organizamos con amigues el 2014 y 2015. Fueron dos versiones, una en Santiago y después otra en Santiago-Valparaíso.

 

CF: Te quería preguntar por eso, porque fui a una (encuentro AUT) y quería saber si eso fue post haber trabajado con ciertas personas en la performance, o fue una iniciación para empezar a colaborar, porque ahí realizaste harto registro. ¿De dónde surge eso? ¿Ya estabas involucrada?

L: Sí, había amigues que tenían la idea de hacer un encuentro y me convocaron. No me acuerdo cómo fue que llegamos. En ese proceso nos fuimos conociendo y afiatando como  grupo. Claro, me invitaron porque había hecho fotografías de performance. Siempre pienso que yo no soy performista, no me siento tan autorizada para hablar sobre performance, tal vez sí de foto-performance. En esa época no tenía tanto carrete en ese medio, yo estaba en una instancia grupal, que siento que fue muy de aprendizaje. Hoy no me veo haciendo gestión. Fue un espacio al que llegué.

 

AUT era todo co-creación, co-gestión, muy autogestionado, sin lucas, muy a pulso, tratando en lo posible de no gastar plata, usando espacios de calle, galerías alternativas que nos facilitaran sin cobrarnos. Fue un proceso de cometer muchos errores y aciertos. Me quedo con la experiencia de saber qué cosas son las falencias en el medio del arte, como por ejemplo la precarización. Siento que fue un espacio muy bello, porque fue trabajo desde la amistad.

CF: A partir de lo que dijiste, antes hablamos de los espacios muertos de la institución. Me pasó mucho que cuando uno estudia tiene compañeros que tienen la volá muy clara como “quiero hacer esto y después venderlo en tal galería”. Desde una mirada externa, muchas veces la universidad-institución determina el espacio expositivo que vas a ocupar a futuro o te encasilla. Me gustaría que nos contaras cuáles son tus espacios expositivos, ¿cuál es tu ideal para exponer tu trabajo? Muchas galerías tienen líneas curatoriales convencionales, por más disruptivas que traten de ser en el discurso, quedan sólo en el discurso.

L: Yo casi no he expuesto mis fotos. Las veces que he expuesto es porque me han invitado, me han propuesto. Probé hacer un proyecto FONDART en que no quedé. Un amigo que es investigador del arte, Alejandro de la Fuente, se interesó en mi archivo de fotografía de performance para hacer una exposición. El registro es de performance en Chile del 2012 hasta hoy y cumple cierto perfil, de gente de mi generación, vinculada al activismo y a disidencias. Él se interesó y postulamos, pero no nos adjudicamos el fondo. Exponer requiere lucas para imprimir. Ahora me invitaron a “Mirada de mujer”, una exposición que reúne a fotógrafas, siendo esta su tercera versión, que va a itinerar. En marzo se hará un video con las fotógrafas que participarán en esta versión. Cada año una fotógrafa invita a una fotógrafa nueva. A mí me invitó Rocío Hormazábal. Así ha sido en general, que cuando he expuesto me invitan. También una vez expuse en Ecuador, para “Cuerpos que (se) miran”, una muestra sobre nuevas representaciones de la discapacidad. La verdad es que mi trabajo circula más en redes sociales, prensa online, medios digitales de teoría el arte, no mucho en galerías.

CF: Yo siento que eso es parte de cómo funciona el trabajo. Con todo lo que tienen de malo las redes sociales, permiten que tu trabajo circule de una manera un poco más democrática que una galería.

L: Creo que en cierto sentido sí, en otro no, ya que existe la misma lógica de censura que hace una galería. A mí me han borrado siempre las fotos, siempre estoy a punto de que me cierren la cuenta. La gente tiene ese deseo policíaco de la denuncia anónima y del reporte. Hay dinámicas súper fascistas e Instagram las alimenta caleta y en base a eso perfecciona sus mecanismos de control. A medida que se van sorteando los mecanismos de control, Instagram va generando otros nuevos, como una constante pelea. Ya no van quedando espacios de redes sociales que no tengan esa censura ya ridícula. Hago fotos incluso que no he podido subir, porque sé que me las van a bajar y hasta me pueden borrar la cuenta.

Por otro lado, también se genera la ilusión de llegar a gente. La red social es inteligente y sabe a qué tipo de personas sigues, quiénes te siguen, y va generando una burbuja de consenso. Si alguien publica algo que te parece nefasto, le dejas de seguir. Te alimenta de gente que piensa como tú. Quizás me parece más interesante llegar a gente que va pasando a la galería y piensa muy distinto. Siento que la red social tiene lo bueno de la inmediatez, pero finalmente son redes creadas por humanxs según nuestra forma de actuar. Siempre tendemos a la comodidad. Ojalá publicar una foto y que no haya gente criticándote y que la entiendan, pero lo interesantes es llegar a quienes de otra forma no accederían a esa imagen o forma de pensar.

Jazmin Rá y Darío. 

Fotografía: Lorna Remmele.

Retratades: Jazmín Ra (@jazminra_diogenia) y Darío.

JRey del Hielo (díptico), co-creación con Nicolás Sandoval IG@laviadeoro, maquillaje y peinado por Mujer Gallina IG@mujergallina

CF: Sobre la censura, y a partir desde tus cuentas de Instagram, hay que aclarar que tu cuenta @lamagiademorir está más dedicada al interés por el cuerpo, al retrato, colaboraciones con performance, registro de performance y ahora al registro del estallido.

L: La revuelta me hizo salir a la calle, porque antes no hacía foto-periodismo o reportaje. No me seducía, pero con la revuelta pensé que tenía que usar la fotografía para algo que aporte. Los primeros días no salía, me daba susto. Tenía esa imagen de la gente que toma fotos en marchas de ser brígidamente aguerrida, que había que tener demasiada valentía para hacerlo. Empecé a sentir la necesidad de salir. Cuando no lo hacía me sentía muy mal. Al principio salí solo a cacerolear, de ahí con la cámara de a poquito, luego todas las semanas.

 

Luego entré en una etapa de cuestionarme, porque antes era todo foto, foto, foto. Era tanta la saturación de información de todo lo que estaba pasando. De ahí empecé a pensar ¿qué quiero fotografiar y por qué? Todo estaba muy saturado de imágenes de la revuelta, imágenes muy terribles en cuanto a contenido, todas con un enfoque más bien fotoperiodístico. Sentía, ¿qué más hay para mostrar? Y por otro lado también se hacía más difícil tomar fotos, porque la gente en la calle tiene resguardos, lo cual entiendo, pues han agarrado gente por los registros de fotógrafxs. Entonces entré en esa disyuntiva, aunque igual tuve los resguardos de censurar rostros y tatuajes. A partir de eso ya no me atreví tanto a subir fotos del estallido. Ahora estoy pensando cómo retomar todo, desde qué lugar situarme. 

CF: He visto que has seguido con los retratos. Es algo que sigue ocurriendo en tu trabajo, algo que te interesa. ¿Lo ves como retrato, o de otra forma?

L: No soy una persona que siempre esté haciendo lo mismo. Siento que a lo largo de los años me he movido en distintas formas de fotografía: proyectos personales donde monto escenas, sesiones en locaciones de interior y exterior, fotografía de calle, foto erótica, de investigación. No me siento cómoda en una sola cosa. Pienso “encontré la fórmula, ya no me siento cómoda, busco otra cosa”. Siempre estoy moviéndome, tratando en lo posible de no entrar en la comodidad y explorar cosas nuevas. Un tiempo hice harto fotos así como las que comentas. Más que nada se daban porque tenía una relación con la persona. Pero igual lo que está en redes sociales no es todo. Soy muy mala para subir material. Tengo un archivo mucho más grande. 

 

CF: Sobre el deseo policíaco que mencionas, el reportar cuentas, o denunciar… Es algo que se activa mucho con los temas que abordas en tu obra. El cuerpo, lo erótico, es un tema maltratado por la sociedad. Desde el anonimato la gente se ve con el derecho de hacer un montón de cosas, por ejemplo reportar una cuenta.

L: Quizás mi opinión puede cargar, pero siento que estamos en un momento y una coyuntura muy moralistas y de corrección política. El moralismo permea incluso los espacios que se dicen contrarios a hegemonías. Lo veo mucho en el feminismo institucional: uno muy buenón, que siempre nos pone como víctimas, sin agencia. Es como un lugar absoluto. Igual con el tema de las funas. Si bien yo las apoyo, también se ha caído mucho en eso: que todxs son funables y me pueden funar. Siendo un mecanismo serio, siento que andar policiando los errores de la gente -obviando las cosas que son mayores- coarta la posibilidad de cometer errores y de también aprender. Incluso dentro del mismo feminismo están instalados esos mecanismos de control, de expulsar a gente que se equivoca o a quienes cometieron errores del pasado, como si debieras tener un certificado de antecedentes, un historial impoluto, nunca haberte equivocado. Eso no existe. Todxs podríamos ser señaladxs y funadxs por algo en la vida. Insisto: no meter en el mismo saco cosas graves. Estamos en un momento en que… creo que finalmente todo fue una catarsis después de tanta mierda acumulada, lo cual entiendo. Pero no hay que dejar de mirar con ojo crítico los mecanismos que reproducimos y naturalizamos. Es triste ver que hay feminismos que colaboran con esa censura a la sexualidad. Plantean a las mujeres como seres asexuadas, sin posibilidad de ejercer su autonomía sexual o erótica, alimentando el relato de siempre víctimas. Hay que repensarlo. La gente cree que es parte del pasado cuando la gente denunciaba de forma anónima, pero hoy es lo mismo. Queremos que haya un gran padre, que podría ser la red social, que vele por nuestra “seguridad” y borre las cosas. Denunciamos de forma anónima para que este gran padre se haga cargo y nos permita navegar sin cosas que no queremos ver.

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Club Nocturno, Yeguada Latinoamericana, co-creación con Cheril Linett IG@cherillinett. Yeguas: Camila Poduje, Fernanda Vargas, Cheril Linett, Fernanda Lizana, Isidora Sánchez. Asistencia de iluminación: Jennifer Concha.

CF: Volviendo a tu trabajo, creo que las imágenes que produces se plantean desde una agencia o autonomía. En tus fotos hay una postura de cómo planteas el feminismo, que incluye a disidencias, otros cuerpos…

L: Pienso mucho en las típicas fotografías eróticas, donde se fotografían a mujeres cisgénero, musas, pasivas. Creo que primero si me fijo en alguien, me atrae precisamente por la postura que tiene sobre su cuerpo, su sexualidad, porque hay un discurso, tiene una soberanía sobre su cuerpo... Creo que inconscientemente he evitado el imaginario estándar de fotografía erótica. Bueno, si una mujer quiere ser musa, es cosa de ella, pero siento que no aporta a nuevas reflexiones respecto a cuerpos de mujeres y otras identidades. El machismo lo permea todo y es algo transversal a todos los medios. En la fotografía erótica y el porno obviamente igual está presente. Es una industria que siempre ha estado acaparada por varones cishétero, y eso prefigura un imaginario que ha sido el predominante: siempre mujeres flacas, blancas, guapas dentro de las convenciones sociales, pasivas. Me interesa darle vuelta a eso la fuga, reivindicar goces, existencias, otras formas de sexualidades.

 

CF: Me gustaría hablar sobre la colaboración en tu trabajo. Has trabajado realizando, por ejemplo, registros de performance, proyectos de co-creación, realizando retratos que en sí requieren una colaboración con quienes estás retratando. ¿Cómo ves eso?

L: Sí, hay distintas formas de trabajar. Me parece urgente desarmar la noción de autor, de este “gran creador”, muy instalada en el mundo del arte, que invisibiliza mucho a quienes han estado detrás de la posibilidad de que esa imagen llegue a crearse. Tenemos la idea súper romántica de un creador que hizo algo de la nada e inventó todo. No es así. Yo puedo tener una imagen e inconscientemente tener otras de referencia sin darme cuenta, también sabiéndolo. Muchas veces me ayudan a conseguir algo, personas me prestan un objeto para una fotografía, a veces la persona fotografiada propone cosas. ​La autoría no es un lugar absoluto y también hay que desarmar ese ego de artista. Parte de eso ha sido abrirme a la co-creación, que se ha dado espontáneamente también a partir de invitaciones de personas que se me han acercado con ideas. De co-crear pueden salir cosas mucho más interesantes.

 

CF: Hay una obsesión institucionalizada, casi renacentista, del autor, de que tiene que existir una firma, un genio creativo detrás de la “obra maestra”. Porque por más que uno trate de tener un discurso deconstruido sobre el autor, el ego puede más, pues la industria funciona así: necesita vender nombres y no personas que trabajen con el nombre. Respondiendo a un sistema de lucro: presión en el individuo de posicionarse como marca, como nombre y ganar plata.

L: Yo he tenido que pelearla con el tema de los créditos, para que los pongan todos. Siempre van jerarquizando lo “importante”: ponen el nombre de quien tomó foto, de quien tuvo la idea, pero ¿quién posó, hizo el maquillaje, el peinado? Por ejemplo, sí se estila en la fotografía de moda el poner todos los créditos. Entonces también es un problema que colinda con la idea de qué es arte. A mí hace tiempo me dejó de importar, esas barreras no me interesan. Me gusta echar mano de todo. Tengo referentes del medio del arte, pero es mucho más amplio, no me interesa la pretensión de ser artista o de hacer arte. Una publicidad en la calle me puede despertar algo respecto a mis procesos creativos. Las cosas de la tele y la cultura mediática son producción simbólica, cultural, son nuestros lenguajes de hoy y hay que usarlos.

 

La gente que tiene mucha pretensión de ser artista me parece muy anacrónica, produce arte que finalmente es para autofagocitarse y autocomplacerse: para artistas, “entendidos” del arte y académicxs. ¿Qué sacas con hacer eso si la gente fuera de ese medio no accede a ese trabajo? Es importante tomar códigos culturales vigentes, que sean más transversales. Es algo que me preocupa. Estamos en una época de hipervisualidad y saturación de imágenes, y por lo mismo la fotografía es muy contingente. Hay que saber habitar nuestro tiempo también, y saber verlo.

 

Por mucho que la institución te diga esto es arte y esto no, que lo que está revisado y aprobado sí lo es, siempre hay quienes tratan de correr esa barra y van a quedar fuera. La institución siempre va por detrás. Es necesario abandonar esa pretensión de hacer arte.

CF: En el ensayo de Sergio Rojas “Estética del malestar y expresión ciudadana” (2006), él usa el concepto de “estética del malestar”, a partir de la estética que se crea desde los movimientos sociales. Es una serie de dispositivos visuales que están muy lejos de la institucionalidad del arte, pero que tienen mucho de representación, tal vez mucho más real y cercana. Ejemplo: Si me preguntas ¿cuántas personas van a X galería en Vitacura? o ¿quiénes fueron a Chaco cuando se hizo a la cresta? Es mucho menos de quienes hoy están compartiendo, creando medios de representación, que tiene sentido con la representación colectiva y darle sentido a ésta. Todos generamos cultura visual siempre y es una pregunta de muchos artistas jóvenes también ¿cómo hacer arte que circule fuera de instituciones o de otras maneras?

L: Los espacios museales son necesarios, tienen una labor. El problema es relegar el arte sólo a ese espacio. Todo puede ser capturado. La performance igual ha sido capturada por la institucionalidad, pero sigue siendo un arte que se mantiene en resistencia. La mayoría de quienes hacen performance lo hacen por una motivación más política, por lo menos en donde me he vinculado. Por ejemplo, situar la performance en la calle es interesante, porque tú te generas el espacio y lxs espectadores. Es entender que el arte puede estar en cualquier parte. En la calle llegas a mucha gente que nunca entraría a una galería.

CF: Sobre instancias institucionales, audiencias, y cómo llegar a las personas… Las galerías e instancias están super centralizadas, no hay una inmediatez. Hay algo pendiente desde la educación y de cómo crear audiencias/espectadores. Es fácil asumir que va a llegar gente, pero es siempre la misma gente que frecuenta el mismo lugar constantemente.

L: Pasa mucho que los museos, galerías y centros culturales se instalan en un lugar, pero no tienen vinculación territorial. No creo mucho en el concepto de formación de audiencias, porque es establecer una forma de mirar como la correcta, las formas de mirar son múltiples, pero sí creo en un rol de mediación. Los espacios fallan en vincularse: se instalan ahí y esperan a que la gente llegue. ¿Qué bien le haces a la comunidad a la que viniste a instalarte? ¿Cómo te vinculas? ¿Que quiere esa gente? ¿Abres el espacio para otras prácticas? Son pocos los espacios que hacen eso.

 

CF: Queríamos saber también sobre tu trabajo en la fotografía en relación al antiespecismo.

L: Cuando me he involucrado fotográficamente en el antiespecismo ha sido desde registro de activismo, no como una propuesta fotográfica personal. Siento que lo tengo pendiente, cómo abordarlo fuera de la literalidad, que aunque no tengo nada contra ésta y sé que igual sirve, no es una forma de trabajo que me acomode. Siempre por un tema de efectividad he hecho investigación. He colaborado con proyectos y realizado registros de activismo en terreno, también de espacios de explotación animal, para divulgación de cómo son forzadxs a vivir lxs animales no humanxs. Llevándolo más a lo creativo, por ejemplo, si bien no soy parte de la Yeguada Latinoamericana, sí colaboro con registros porque ahí hay una propuesta en ese sentido, de lo que propone la yeguada con la apropiación del término yegua, que tiene que ver con feminismo, pero también con antiespecismo. Siempre se da que de alguna forma estoy llegado allí y sé que en algún momento se va a activar desde una propuesta más personal.

 

En general una siempre va llegando a trabajar con gente con la que tiene esas afinidades. Hoy estoy más en esa parada. Antes iba a registrarlo todo en espacios de performance y no reparaba en quién organizaba o quién performa

n. Ahora me vinculo con gente afín y por eso trabajo colaborativamente con pocas personas, porque en todos los espacios se terminan reproduciendo las mismas lógicas: abusos, jerarquías, machismo y otras formas de discriminación. Creo que no porque alguien se dedique al mismo oficio que yo entonces voy a sentir afinidad. Me relaciono con gente que puede habitar espacios muy distintos al mío, pero que me nutre mucho. Trabajo con poca gente, busco sensibilidades.

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(LA ESCURRÍA E' GRATIS) ABORTAR FEMINIDAD, César Valencia IG@suspensionado

** Transcripción de entrevista realizada con Lorna en febrero/2020 

Escucha nuestro podcast con Lorna en:

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